Los dos brazos levanta Mariana. Todos los brazos blancos o largos para probarse la remera que está en el fondo. Hay cosas que se hacen de manera mecánica: ella ya sabe que le queda bien.
Así empieza el videoclip. Se nota también, desde el principio, que Mariana está triste, pero no se entiende por qué: haría falta una hora y media de canción. Por lo menos. Acá va una versión extendida, aunque no tanto.
Mariana es una mancha de color cálido, Mariana es esa imagen borrosa que todos tenemos. Y si no la tenemos la buscamos, seguro. Pero como las manchas no pueden sentarse a los pies de la cama deshecha, ella también es una imagen bastante más definida. Enfocada. Una imagen enfocada que por su vida anterior, lo suficientemente larga, ya es nuestra. Es tan brit. Es tan chic: Y desteñir trece palabras/ que se vuelvan sobre mí, / un no, un sí, / (y otras once)- suena en la cabeza de Mariana. Su cabeza debe ser el televisor de cada uno- debe tener una conexión de audio a cada tele, por lo menos-.
El devenir argumental del video nunca se termina de pasar en limpio: para el bajón, nada mejor que el shopping. Es el tiempo de la ropa y de las primeras oraciones: fin del flashback.
Nadie puede elegir una remera gris para desatragantar el invierno. Lo del director artítistico es flojísimo. Sí, la del fondo es gris, pero la que se ponía al principio era roja: hete aquí el fin del fin del flashback; cuando los ojos fijan en la cámara el paralelismo: más fondos, más trapos. Siempre sigue el ventrílocuo mental: “clasificarlas por formas, por colores degradé/ según la intensidad/ del vapor contra el vidrio…”. La canción -tan freak- habla de almas de cartón. El video las transmuta en tela. Metonimia.
Conste que no abuso de especificidad, que no me hago el semiólogo ni el poeta choto: la imagen propone un guión que resalta en amarillo “mil tropos necesarios”. Hojas A cuatro agujereadas de café (dicen flashvack con ve corta). Ojos que pasan un “paralelismo dos”.
El tipo sin nombre vendría a ser un Mariano, o un Mario. Da lo mismo, Martín, Pablo, Daniel. Lo que no da lo mismo es la espalda peluda: qué hijo de puta el del casting. Mismo plano medio corto, misma secuencia de compras, pared por medio. La remera de ella al final no es del todo cenicienta: además del hombro caído y olor a nuevo, tiene blanco y un dibujo en el centro. Una foto con labios rojos y un cinto de tachas. La de él, negra, y el retrato en lápiz. Brigitte Bardot, empapelado, revoque, ladrillo, revoque, pintura, Dalai Lama.
(Elipsis: qué incómodo es el silencio. En un video de música lo incómodo es eso. Gorostiza recuerda la existencia de un lugar en silencio, sin Gardel. No puedo bancarlo en esta: no se excluyen. Cuando ella habla la guitarra le corta de a una las cuerdas vocales, eso es silencio. Al de la cara de boludo hindú no, porque nunca abrió la boca. Por eso me levanto y bajo el volumen, por eso quemo el guión: una montaña de polvo finito y humo. Ya no existe palabra escrita. Desenfocar. Improvisar.)
La misma cama, más revuelta, es menos triste. Debe ser que no hay nadie que la aplaste (porque salteé la parte de la historia que no me interesa). Debe ser el maquillaje: las sombras, las luces, de colores. La fiesta seguro. Debe ser que sin la música ella puede hablar tranquila con el loco de la barra. Ahora Mariana es menos Mariana que su remera de beso en rouge; pero se ríe. Mariana es la sonrisa que tenemos todos. Y si no la tenemos la buscamos, más que seguro. Tan fan, tan glam. Es la cara de la publicidad de cerveza, de la de fernet y la de americano. Es la imagen de todas las alegrías del mercado, sin poder firmar con ninguna porque siempre aparece una oferta que supera a la anterior y reclama exclusividad. Es la historia de la sonrisa sin fin, por lo menos esa noche: ir de compras nunca falla. El volumen en cero tampoco: evita la canción prostituta.
La pálida imagen dentífrica no tiene problemas en firmar, no le sobra nada: un autómata camina insufrible con su remera negra entallada (Todo adjetivo es negativo: aquella imagen borrosa era nuestra, está bien que te dé por las bolas que un imbécil semejante te la esté por cagar. Forro).
¿Cómo se cuenta una anécdota tan simple -tan corriente- sin repetir cursilerías? ¿Cambiando el foco? Entonces será: Dalai Lama encara a paso firme -como si caminara en zapatillas- y la avanza a nuestra Brigitte. El Dalai y la Bardot bailan cumbia, cumbia nena, de la buena. ¿Qué mierda estaría cantando la canción detrás del vidrio? ¿¡Qué mierda?! Todos se abren en círculo: al compás, ellos la rompen. Mueva, mueva, mueva, mueva. No queda articulación quieta, aunque no haga falta: ellos abusan y alardean, giran, humillan, brillan, menean. Y cuando se cansan de ser tan buenos, dejan que los demás aplaudan un rato y se sientan al costado. Mariana y Mariano Mario Martín Pablo Daniel. Comparten un trago (por vez: la carta de punta a punta), mientras ella le charla y el sigue con su actitud quieta de mentol superrefrescante. Qué pedazo de boludo.
Tres rondas tarda en avivarse el muy pelotudo, en dejar de mirarse el ombligo para mirar el de ella: sobre el fondo a rayas, sobre el gris y el blanco y la remera, la foto de una Mariana brit, de la triste chic, que mira para abajo como al principio.
Otra vez el contrapunto: en la suya, desde la oscuridad de la última pelusa, la foto carnet: tres cuartos perfil dientón y cuatro tercios de ojeras.
No siempre es el fin la bandera a cuadros: Cartoon nextwork.
Apenas más simpático, le agarra la mano y la acerca. La mira a los ojos de Brigitte Bardot en blanco y negro (todo el color en la boca). En realidad, de caricatura francesa a mano alzada. Su cara de monje tibetano es igual. Un borrador.
Cuando se levantan, son de nuevo el centro de la fiesta:
- Así da gusto la religión.
- Chino pero no boludo…
- Las rubias son rubias en Argentina o en Europa, huelen el poder y se mojan.
- Amores célebres…
- La verdad. La muñeca y el bruto…
Caminan.
Es probable que no tuvieran intenciones de seguir en el bar, pero antes de saberlo se cortó la luz: un puntito brillante en el medio de la pantalla. Después nada. En ese momento, recién, Mariana aparece en la misma cama. Acostada, todavía le dura la sonrisa, una sonrisa sin remera.
Yo sigo pasando la escoba, y mientras tanto tarareo la versión unplugged, mucho más larga que el video caza bobos: ta-ra-re-o…
Pablo,no? Bah, quise decir Cthulhu Fulanito. Te contesto por aca porque no se que problema tengo en mi blog, espero que lo leas. Gracias por los comentarios, me encanta como tu narrador pierde el hilo de lo que esta diciendo. Muy bueno.
ResponderEliminarHablemos un dia, suerte!